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Knowledge, Culture, Ecologies

Life on earth is shifting forcefully for everybody and everything. This entails a renewed sense of collective political responsibility. In Santiago, rapidly depleting water – expected to fall by 40% by 2070 - stems from a combination of ecological change and the privatization of water during Chile’s military dictatorship. Such a crisis calls for new modes of collaborating and acting.

byJuan Francisco Salazar
July 15, 2019
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Conocimiento, Cultura, Ecologías

Que emoción. No hay plazo que no se cumpla. En nombre del grupo coordinador en Chile y en Australia, sean bienvenidas y bienvenidos a Santiago, y a nuestra conferencia internacional Conocimiento/Cultura/Ecologías #KCE2017.

Les damos además la bienvenida al Wallmapu, territorio Mapuche, parte del Ngulumapu, un área geográfica extensa que abarca desde el cordón montañoso de Los Andes hasta el Océano Pacífico, y desde el Río Limarí por el norte, hasta la zona de Palena e Isla de Chiloé por el Sur, es decir alrededor de unas 30 millones de hectáreas. Este territorio también se extendía desde la Cordillera de los Andes hacia el este, el Territorio Mapuche conocido como Puelmapu, que abarcaba desde los Ríos Cuarto y Salado por el norte, hasta la zona de pampas y norte de-Patagonia por el sur, en alrededor de 100 millones de hectáreas.

Desde 1997 en las regiones del Biobío y la Araucanía se vive una situación deconflicto que no solamente tienen antecedentes históricos profundos. Es evidente que lo que está en el fondo no es un tema de terrorismo, como se imputa a comuneros Mapuche, si no que de conflictos sociales respecto de un territorio en relación a actividades extractivas y respecto de una identidad cultural y territorial milenaria en constante opresión del colonialismo neoliberal.

Los buenos congresos los hacen quienes participan, ustedes y nosotros. Por eso, más que admitir mis
temores con esta conferencia, que resultó ser mucho más grande de lo inicialmente planeado, quisiera contarles qué nos motivó a hacer este encuentro y quienes son ustedes, los aquí presentes, que aceptaron nuestra invitación e hicieron el esfuerzo de venir desde más de 32 países y 178 instituciones, además desde más de 10 ciudades y regiones de Chile, principalmente del sur del país.

La  serie  Knowledge/Culture  es  un  concepto desarrollado  por  el  Instituto de Cultura y Sociedad de la Universidad de Western Sydney. En 2011 convocamos el primer encuentro internacional con Knowledge/Culture/Social Change en Sydney y luego Knowledge/Culture/Economy también en Sydney en 2014. Luego hicimos un encuentro un poco diferente en Vietnam en 2015 Knowledge/Culture/Urban Transformation con universidades y organizaciones en Hanoi.

En 2016 acordamos hacer el evento en Santiago donde estábamos la universidad de western Sydney llevaba ya un tiempo colaborando con varias universidades como la universidad Diego Portales, la Pontificia Universidad Católica de Chile, y la Universidad de Chile. Durante la planificación de este evento se sumaron El Núcleo Milenio de Investigación en Energía y Sociedad (NUMIES) y el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES). El próximo año ya estamos preparando Knowledge/Culture/Technology con nuestros colaboradores en Alemania.
 
El congreso K/C/Ecologías aquí en Santiago, tiene a diferencia de los otros, un carácter experimental por varias razones. Primero es un evento que hemos intentado hacer completamente bilingüe español e inglés. Además de las complejidades que esto conlleva, también es un experimento en su intento por reunir perspectivas académicas muy diferentes, en algunos casos hasta divergentes; y, por sobre todos, en su impulso por llevar la discusión más allá de la academia, reconociendo, por supuesto, que no nos hemos desviado demasiado de un formato académico más bien clásico. En respuesta a nuestra convocatoria llegaron propuestas de disciplinas que usualmente no se hablan entre sí, o que piensan el mundo de maneras bien diferentes, y por eso nos entusiasma la posibilidad de haber creado un espacio especial y poco común.
 
María Puig de la Bellacasa tuvo un infortunio familiar dos días antes de viajar. Y nos escribió para decir: para mí KCE era más que una conferencia. Llevo meses ilusionada. Tantos amigos reunidos, tanto que aprender, conversar, conocer Santiago. Mi primer viaje a un país mítico para mí y al continente donde empieza tanto.
 
Además, se dio que la conferencia coincidió con la semana de elecciones presidenciales este domingo 
en Chile. Veremos si fue una buena opción o no al final. Sin duda que mucho de lo que aquí se va a debatir es muy importante para lo que está en juego en este país para quien resulte ganador/a para los próximos 4 años. Muchas de las presentaciones de colegas chilenos dan una buena perspectiva al respecto.
 
Así pues, dado que “lo ecológico” ha ido experimentado una renovación significativa en numerosas disciplinas académicas y movimiento sociales, el objetivo principal de esta conferencia es explorar las transformaciones socio- ecológicas actuales e interrogar cómo es posible generar prácticas de conocimiento capaces de comprender su formación y sus complejas repercusiones.
 
 
Nos hemos querido preguntar si los distintos pensamientos ecológicos que  han ido surgiendo en las últimas décadas, desde por ejemplo la ecología profunda de Arne Naess en los 70s hasta la noción de Buen Vivir en América del Sur durante la última década, son realmente distintivos, son un cambio radical, una transformación, una metamorfosis, un Pachakuti; o por el contrario son más de lo mismo y lo que estamos observando no es más que un ethos eco modernista y la irrupción del capitalismo verde. O, peor aún, si “lo ecológico” no es más que el nuevo opio de las masas, como argumentan algunos. Yo discrepo de esta visión.
 
El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos declaró hace unos años, que vivimos en tiempos de 
preguntas fuertes y de respuestas débiles, queriendo decir que son esas preguntas fuertes las que a la larga generan una preocupación especial, y las que últimamente dan forma a los fundamentos que crean el horizonte de posibilidades entre las cuales nos es dado elegir y actuar. Para Santos, las respuestas débiles son aquellas que al no poder reducir esa complejidad no hacen más que aumentarla. En este encuentro se han planteado
muchas preguntas fuertes y ya no hay margen de error para que la academia siga produciendo respuestas débiles. Estas preguntas fuertes las quisimos entonces articular a partir de 6 ejes centrales: Agua; Antropoceno: Extractivismo; Materialidades; Conflictos; Futuros; Políticas Urbanas.
 
Ecologías del Antropoceno
Nos interesó convocar intervenciones que señalan la emergencia de perspectivas que dan cuenta de los entrelazamientos entre lo humano y no humano, y la proliferación de ecologías híbridas. Desde cómo la vida se hace molecular, o en otras palabras el devenir de la vida molecular, pasando por cómo nos hemos visto obligados a reconocer nuestro amalgamamiento ontológico con condiciones geo- 
atmosféricas, fuerzas químicas, vitalidades geológicas y otros poderes inorgánicos al punto de que nuestra sensación de coexistencia se ha extendido más allá de como la “vida” ha sido tradicionalmente definida.
 
Este tema central por supuesto también incluye una crítica al concepto mismo de Antropoceno, que, 
si bien como bisagra ha abierto una puerta interesante hacia importantes debates en nuevas zonas de contacto epistémico, incluyendo con las ciencias de la vida y geofísicas, también ha cerrado puertas en lo referente a lo que muchos han descrito como una fuerte despolitización, tanto de la esfera pública como del trabajo académico. En muchos ámbitos el concepto mismo de Antropoceno parece empezar a llegar al límite de su vida útil.
 
Una gran cantidad de ponencias durante los próximos días se presentan influenciadas sin embargo por este marco de referencia. Prolifera el reconocimiento de que los humanos estamos entrelazados de manera íntima con todo tipo de naturalezas y con un número cada vez mayor de materiales inhumanos (el trabajo de Gay Hawkins sobre el plástico o el de María Puig de la Bellacasa sobre suelos son interesantísimos al respecto). Arturo Escobar se ha referido a esto en sus trabajos más recientes como un “pluriverso de configuraciones socio-naturales” donde los diseños para el pluriverso se convierten en una herramienta para reinventar y reconstruir mundos locales.
 
El argumento de muchos aquí presentes–y que Arturo Escobar plantea en su último libro–es que la convergencia de estas tendencias estaría fomentando el surgimiento de un campo ontológico-político multi-sitiado que hace cada vez más perceptible -teórica y políticamente-una gama de alternativas, cada vez más conceptualizadas en términos de la noción de “relacionalidad”.
 
Ahora bien, esta emergencia se da desde dominios teóricos, intelectuales y activistas diferentes, y no solo en círculos académicos. En otros casos, varios de Uds. demuestran que estos embrollos humanos / no humanos en expansión no siempre juegan con la melodía orquestada de sus compositores. Nos debemos plantear que es crucial desafiar la (in)visibilidad e (in)cognoscibilidad del Antropoceno más allá de los estratos geológicos y los límites planetarios. El Antropoceno ha dejado sus huellas en los cuerpos de las personas. O sea, no solo en los estratos geológicos sino también en los estratos biológico y genético de los cuerpos humanos; la explotación, la subordinación y las desigualdades están inscritas en el cuerpo humano y en estructuras firmemente arraigadas en la desigualdad.
 
Sin embargo, y a modo personal, no me parece que aquellos que llaman a pensar nuevos modos éticos 
de cuidado funcionen necesariamente como una “operación gigantesca en la despolitización de los 
sujetos”, donde la ecología se convierte en un nuevo opio de las masas (como lo plantea Alan Badiou), pero si me parece sumamente importante y urgente poder hacer frente y tomar distancia cuando es necesario de algunas topologías de relacionalidad demasiado aplanadoras. Esto conlleva a repensar lo que ofrece la teoría critica la cual a mi juicio debe ser deconstructiva y no destructiva.
 
Ecologías energéticas e infraestructuras de la vida cotidiana
 
En muchos lugares, tanto infraestructuras como prácticas energéticas se encuentran en proceso de 
cambio, por eso nos interesó convocar a aquellos que trabajan en transiciones energéticas. Muchos trabajos que aquí se presentan han mostrado como la transición energética es aún un campo minado de desacuerdos y controversias, que conllevan actos de proyección e anticipación a una serie de futuros distintos (y muchas veces divergentes entre sí).
 
Ecologías urbanas
 
En diferentes centros urbanos del mundo, se observan nuevas relaciones más profundas e integradas con la naturaleza en nuevos proyectos y  asentamientos urbanos  que  buscan  enfrentar  la  vulnerabilidad y la fragmentación socio-ambiental. Pero las formas recurrentes de urbanización capitalista, incluyendo el cierre de territorios, acaparamiento de tierras y la mercantilización de lo común y de la vida misma también se encuentran en aumento.
 
De forma muy interesante, y quizás desde una perspectiva diferente, varias de las ponencias que 
aquí se presentan ponen un énfasis en la teorización de la ciudad como ecología y como un sitio político de desencuentro, interrupción y experimentación, por ejemplo, en insurgencia urbanas en Estambul, Bogotá o Antofagasta, pero también en áreas no propiamente urbanas como lo sucedido en Chiloé en los últimos años.
 
Ecologías políticas decoloniales and post-capitalismo
 
Partimos de la base que existe un colonialismo que aún se perpetua en las interacciones sociales, económicas y ecológicas, como un proceso estructural que forma nuestra relación con nosotros mismos, con otros humanos y con la naturaleza no humana. Las ecologías populares, las economías y ecologías comunitarias, las ecologías poscoloniales, el ambientalismo de los pobres, las economías solidarias, son parte de una pluralidad de formas en que las personas que se involucran en políticas emancipadoras alrededor del mundo se encuentran contribuyendo a la descolonización del conocimiento medio ambiental. En América Latina, nuevas epistemologías y cosmopolíticas han surgido de manera provocadora en las últimas décadas, incluyendo el Buen Vivir y el Sumak Kasway, y por ejemplo desde un ámbito más académico, la noción de perspectivismo amerindio, todas las cuales plantean nuevas formas de concebir proyectos y mundos de vida. En efecto, como nos presentará Eduardo Gudynas, en las últimas dos décadas, América Latina ofreció una impresionante muestra de las interacciones entre saberes y ecologías, exhibiendo innovaciones sustanciales como retrocesos inesperados, ilusiones con cambios y desilusiones con los resultados. Como en un momento escribí en un tweet a propósito de una publicación de Eduardo Gudynas con motivo del fallecimiento de Zygmunt Bauman, en América Latina se ha pasado de las venas abiertas a las modernidades viscosas (modernidades que se presentan como sólidas y líquidas al mismo tiempo).
 
Este tema central es interesante porque reúne nociones emergentes y movimientos sociales en el Norte, como el decrecimiento, los comunes, y una variedad de iniciativas de transición, junto a debates más propios del Sur, luchas actuales  en  torno  al  Buen  Vivir,  los  derechos  de  la  naturaleza,  la  lógica comunitaria y economías solidarias, y las transiciones civilizacionales.
 
Al menos desde la ecología política es posible observar en las presentaciones un foco, por un lado, en las transformaciones socio ambientales del “mundo en desarrollo” como temas críticos y objetos de estudio, que se expresan discursivamente en su objetivo por deconstruir. Por otro lado, mas desde las epistemologías del Sur, se privilegian los procesos de emancipación a partir de una construcción de una amalgama discursiva de actores académicos y políticos, como un diálogo de conocimientos entre pensamiento teórico, investigación participativa e imaginarios sociales de las personas, en alianza con los movimientos de resistencia y sus estrategias políticas para la emancipación y reapropiación de su legado biocultural.
 
Más allá de estas diferencias observables, también se observa en las propuestas reunidas en este encuentro, que el Norte y el Sur no son un dualismo monolítico y existen muchos nortes en el Sur y muchos sures en el Norte. Y esperamos ese sea un espacio propicio para el debate.
 
Imaginarios ecológicos, experimentación y ontologías del diseño.
 
A pesar de las representaciones sensacionalistas mediáticas de la crisis ecológica que abundan, y 
considerando también la creciente omnipresencia y ubicuidad de los ambientes digitales y las ecologías virtuales, el potencial de los métodos creativos y de las prácticas artísticas parece ser, ahora más que nunca, relevante para pensar y crear nuevas socio-ecologías y formas de involucrarse con la naturaleza y de diseñar para la sustentabilidad. En este sentido no complace ver la gran cantidad de propuestas sobre cine por parte colegas japoneses aquí presentes, de literatura y música de colegas sudafricanos, de juegos digitales, además del interesantísimo programa audiovisual que hemos curado para todos ustedes. Además de este programa audiovisual, hay una docena de trabajos presentados por colectivos  que  reúnen  a  artistas,  productores culturales e investigadores.
 
Conflictos socio territoriales y cohesión social
Nuevos conflictos sobre la propiedad, uso y valor de la naturaleza y lo no humano demuestran cómo estos se encuentran imbricados en complejos desbalances de poder/conocimiento, de corrupción vinculadas a economías extractivas, desigualdades, sufrimiento ambiental. Al mismo tiempo que estos conflictos surgen en respuesta a la emergencia de formaciones depredadoras, también permiten la creación de novedosas plataformas de cohesión social y socio- ambiental, de éticas de cuidado y responsabilidad, nuevas formas de justicia ambiental y de concebir los derechos de la naturaleza que a su vez instigan una nueva política en base a nuevas maneras de convivencia.
 
Como ven entonces en el programa, el resultado de esta convocatoria es un crisol caleidoscópico que ofrece una interesante gama de lecturas cautivadoras y que esperamos abran un debate sobre como desentrañar y aunar trayectorias intelectualmente complejas y ontológicamente divergentes para pensar a través de múltiples posibilidades y condiciones, de maneras de pensar/actuar un progresismo político que pueda considerar la cuestión de la naturaleza realmente en serio.
 
Y esto de pensar la naturaleza en serio es importante porque las noticias no son las mejores en ningún lado. A modo solo de ejemplo, en Colombia, un país que llevo siempre en mi corazón, un estudio reciente ha indicado que, de los 81 ecosistemas identificados del país, el 46 % se encuentra categorizado como en peligro crítico o en peligro, las dos clasificaciones más altas de amenaza antes de que se declaren en colapso.
 
La gran mayoría de los aquí presentes estamos en una situación privilegiada donde nuestras vidas no 
corren peligro por decir lo que pensamos y hacer lo que hacemos.
 
Eduardo Galeano dijo una  vez: Al final y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
 
Pero esto supone una situación grave para muchas personas. Quisiéramos reconocer en esta presentación de bienvenida, que cada semana, al menos tres personas son asesinadas por tomar una posición en contra de la destrucción del medio ambiente. Algunos son abatidos por la policía durante protestas, otros son asesinados a tiros por asesinos a sueldo. A medida que empresas van en busca de nuevas tierras y recursos para explotar, cada vez más son las personas que están pagando el precio con sus vidas por oponerse a estas actividades.
 
Doscientos activistas medioambientales, guarda parques y líderes indígenas que tratan de proteger sus tierras fueron asesinados en 2016, según Global Witness, más del doble del número de muertos hace cinco años.
 
Y la frecuencia de los homicidios va en aumento en 2017. Casi la mitad de estas víctimas son indígenas, y la mayoría de los asesinatos dice relación con disputas sobre energía hidroeléctrica, la minería y la agroindustria. Casi tres cuartas partes de las muertes se dan en América Latina.
 
Los países con más asesinatos son Brasil, Filipinas, Colombia, Honduras e India. Honduras sigue siendo el país más peligroso con más asesinatos per cápita que en cualquier otro lado. Como el mayor donante de ayuda de Honduras, Estados Unidos ejerce una influencia significativa. En 2016, aportó 100 millones de dólares en ayuda bilateral, lo que podría ser un gran impulso para combatir la pobreza en un país que sufre los niveles más altos de desigualdad en toda América Latina. Pero decenas de millones de dólares de ayuda se destinaron a la policía y el ejército, ambos fuertemente implicados en la violencia contra la tierra y los activistas medioambientales. El caso de Berta Cáceres en 2016 es el más conocido.
 
 
Otro  ejemplo:  usando  imágenes  de  drones  aéreos,  imágenes  satelitales e investigaciones de campo que comprueban el daño ambiental que se está produciendo, una investigación llevada a cabo por la organización Mighty Earth y publicada en parte por el diario inglés The Guardian reveló que la cadena de hamburguesas  Burger  King  estaría  comprando  soya  producida  en    bosques
deforestados en Brasil y Bolivia. Decenas de especies de flora y fauna fueron afectados por la 
desaparición de alrededor de 700.000 hectáreas de tierras forestales entre 2011 y 2015.
 
Por otro lado, Chile es uno de los países del mundo con más conflictos ambientales por habitantes, 
según un análisis del Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID), organismo asesor del Estado. Chile ocupa el lugar doce en el Atlas de la Justicia Ambiental (EJA, sus siglas en inglés), con 46 conflictos. En los primeros lugares del ranking de injusticia ambiental figuran India (246 conflictos), Colombia (121) y Brasil (83).
 
Hay varios otros temas importantes de mencionar, pero solo me quiero detener muy brevemente en el problema del agua, que muchos de ustedes estarán presentando esta semana y que tiene que ver con un número creciente de conflictos asociados a la escasez hídrica. La disponibilidad de agua para 
Santiago, por ejemplo, se prevé caiga un 40% para el 2070. Sin duda que el cambio climático y las condiciones naturales del país son constantes importantes. Pero el problema es principalmente 
político que viene desde la privatización del agua durante la dictadura militar.
 
Este proceso de privatización del agua que comenzó en 1981 en Chile estableció un modelo para la gestión del agua que fortaleció los derechos privados del agua, adoptó un sistema de asignación basado en el mercado y redujo la supervisión estatal. Ese modelo se convirtió en un emblema de las reformas neoliberales fuertemente promovidas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
 
Hace un momento mencione el tema que dice relación con la transición energética. Según algunos expertos se prevé que en Chile el uso de energía limpia será del 20% en 2020 y la meta es que al 2035 sea de 60%. Principalmente a través de la energía solar que hoy aporta el 76% de proyectos de Energías Renovables No Convencionales, representando el 5% de la capacidad instalada en el Sistema Interconectado Central.Pero como lo demuestra un estudio reciente liderado por Manuel Tironi y colegas en el Núcleo Milenio de Energía y Sociedad, mientras no cambien los mecanismos de 
evaluación ambiental y las lógicas de operación de las empresas, las Energías Renovables No Convencionales (ERNC) serán igual o más conflictivas. Esto se ve en los parques eólicos en Chiloé y con las minihidro en la cordillera de La Araucanía.
 
Este estudio que menciono analizó 1.153 proyectos energéticos ingresados al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA), entre enero de 2000 y marzo de 2015, de éstos, 71 presentaron en algún punto de su desarrollo un conflicto socio ambiental, según la investigación. La cifra equivale al 6,15% del total de proyectos, pero representan el 35,3% del total de MW ingresados al sistema en el periodo.El estudio concluye que las regiones de Aysén y La Araucanía poseen la mayor cantidad acumulada de proyectos en conflictos, con el 28,6% y 27,3% de todos sus proyectos involucrados en algún tipo de pugna ciudadana, respectivamente.
 
A los invitados internacionales les recomendamos los paneles y ponencias que tratan estos temas, ya sea en Chiloé, en Aysén, en la Araucanía y en el Wallmapu.
 
Suficientes antecedentes históricos, arqueológicos, toponímicos, lingüísticos, territoriales y de orden cosmovisional Mapuche, permiten sostener que con anterioridad a la llegada de las empresas de conquista hispanas y en pleno proceso de colonización española y posterior formación de las 
repúblicas chilena y argentina, el Pueblo Mapuche controló un extenso espacio territorial cuya orientación este-oeste comprendía desde el Océano Atlántico hasta el Océano Pacífico. Amplio espacio territorial conocido como Wallmapu, País Mapuche o Territorio Histórico Mapuche, que ocupó gran parte del cono sur de América Latina.
 
 
Uno   de   los   argumentos   que   justifican   esta   conformación   prehispánica, constituyen distintos peuma y pirumutun, o relatos Mapuche que remiten a los tiempos antiguos y visiones de futuro, estos se vinculan al poblamiento del territorio y sobre los cuales los primeros cronistas hispanos dejaron registro, permitiendo a las actuales generaciones Mapuche comprender las vinculaciones e interdependencias entre cosmovisión, historia y territorialidad Mapuche.
 
Comentarios Finales
 
Isabelle Stengers en uno de sus últimos libros escribe que se cansó de la tolerancia, entendida como esa actitud condescendiente donde ciertas disciplinas son permisivas con otras, donde la academia es permisiva con otras formas de creación de conocimiento, pero sin nunca tomar en serio otras miradas y perspectivas. La tolerancia mal entendida en efecto previene hacerse esas preguntas fuertes de que habla Santos; no permite una teoría crítica constructiva sino más bien destructiva. No permite buscar nuevas formas de progresismo político desde la academia.
 
Y de lo que habla Stengers, Santos o Badiou me paso a Gustavo Cerati, cantautor argentino muy conocido por estas latitudes para terminar esta presentación hablando de sueños. En su canción Trátame Suavemente de 1984, Cerati escribe y canta: No quiero soñar mil veces las mismas cosas Ni contemplarlas sabiamente Quiero que me trates suavemente
 
 
No  podemos  seguir  soñado  mil  veces  las  mismas  cosas  ni      contemplarlas “sabiamente” desde una academia apática y descomprometida. Quedan todas y todos invitados a debatir apasionadamente, a tratarse suavemente y a tomarse en serio mutuamente sin condescendencia.
 
El artista chileno australiano Leonardo Ortega está presentando un trabajo lindísimo llamado Los 
mundos que urdimos juntos – The Worlds We Stitch Together, que el realizó junto al colectivo de artistas aborígenes Yarrenyty Arltere en Alice Springs, Australia. Con esta imagen, y en nombre de 
todo el grupo organizador, quedan todas y todos invitados a que por los próximos 4 días urdamos mundos juntos.
 
¡Muchisimas Gracias!
 
Grupo Organizador: Juan Francisco Salazar, Manuel Tironi, Tomas Ariztía, María Luisa Méndez, Anna 
Pertierra, Gay Hawkins, Paul James, Lucía Salinas
Auditorio Nicanor Parra, Universidad Diego Portales. Santiago, Chile, 15 de noviembre 2017.
Para descargar un programa de la conferencia o ver un video resumen (20 minutos): 
https://www.westernsydney.edu.au/ics/events/past_events/knowledge_culture_ecologies
 

In this essay, I reflect upon how the idea of the ecological has undergone massive renovation across numerous disciplines. What animates this short communication is the question of whether this new ‘pluriverse’ of alternatives across ecological ways of thinking foreground the values of knowledge practices and methods that are ultimately capable of challenging the boundaries between the social and physical, human and non-human, and material and non-material.

To begin, we can’t disown the fact that these profound earthly challenges intersect with obdurate and unevenly distributed forms of violence and inequality particularly, but not only, in the ‘Global South’. Colonialism still lingers across many social, economic and ecological interactions, as a structural process that shapes our relationship to ourselves, to other humans and to non-human nature.

Yet, new ‘epistemologies from the South’ (de Sousa Santos 2015) that stress that understanding of the world by far exceeds the Western understanding of the world are providing the contours of new experimental knowledge practices that call for a more diverse understanding of these emergent socioecologies while provoking new ones, and demanding that global social justice cannot be achieved without global cognitive justice. There is a growing recognition that we live intimately intertwined within what Arturo Escobar has recently referred to as a “pluriverse of socio-natural configurations” where “designs for the pluriverse become a tool for reinventing and reconstructing local worlds” (Escobar, 2018: 4).  This is a call for being more attuned to the ‘worldings’ of life – and more open, consequently, to recognising the ontological amalgamation of the social and the political with geo-atmospheric conditions, chemical forces, geological vitalities and other inorganic powers that extend our sense of coexistence beyond how “life” has been conventionally defined. This draws upon the emergence of a multi-situated ontological-political field, which makes increasingly evident a range of practices conceptualised around the notion of relationality.

In Latin America, novel and thought-provoking epistemologies have emerged in the last few decades, including Buen Vivir (https://theconversation.com/buen-vivir-south-americas-rethinking-of-the-future-we-want-44507) and the related concept of Sumak Kasway and, in more academic circles, the notion of ‘Amerindian’ perspectivism (Viveiros de Castro 1998). All these perspectives propose renewed ways of conceiving projects and worlds of life. Indeed, as Eduardo Gudynas has shown, in the last two decades Latin America has offered a wide and diverse range of interactions between knowledge and ecologies, showing both substantial innovations and unexpected setbacks, hopes for change, and disappointments about the results (Gudynas, 2011). This is important because it brings together emerging notions and social movements from the North, such as degrowth, commonalities, and a variety of transitional initiatives, together with debates more specific to the South, such as current struggles over the Buen Vivir, the rights of nature, a communitarian logic and civilizational transitions. Together with these concepts, the plethora of work on post-development, degrowth, popular ecologies, community ecologies and economies, post-colonial ecologies, and environmentalism of the poor are showing the plurality of ways through which people are engaging in emancipatory politics around the world and contributing to the de-colonization of environmental knowledge.

However, as Erik Swyngedow rightly notes, the expanding human/non-human predicaments do not always play to the orchestrated melody of their composers, challenging us to acknowledge the (in)visibility and (in)cognoscibility of the Anthropocene beyond geological strata and planetary limits. The Anthropocene is leaving traces not only in the geological strata but also in the biological and genetic layers of human bodies: exploitation and subordination are inscribed in the human body and in socio-somatic structures firmly rooted in inequality (Swyngedow, 2018).

In my view, those who call for new modes of care and ethical living in deploying a “postcapitalist politics” (Gibson-Graham 2006; Gibson, Rose & Fincher 2015) are precisely those resisting what Badiou has called a “gigantic operation in the de-politicization of subjects”, where ecology becomes “a new opium for the masses” (Badiou, in Feltham 2008: 139). On the contrary, it is a mode of countering de de-politicization of action on environmental issues. However, it does seem evermore important and urgent to be able to confront, and take distance from, some overly flattening topologies of relationality when necessary, if we are to rethink what a deconstructive and non-destructive critical theory has on offer. This is most important when considering, for instance, how new conflicts over the ownership, use and value of nature and the non-human are intertwined in complex imbalances of power/knowledge, corruption linked to extractive economies, inequalities and environmental suffering.

While these conflicts arise in response to ongoing predatory formations and new forms of extractivismo (activities which remove large quantities of unprocessed natural resources for export), they are also generative of an inventive ethics of care and responsibility, forms of environmental justice, and conceptions of the rights of nature. These in turn, are instigating a politics based on new modes of coexistence and relationships with ‘nature’. Some of these consequences of extractivismo In Latin America are explored by Macarena Gómez-Barris’ in her book The Extractive Zone, where she follows the political, aesthetic, and performative practices that emerge in opposition, not only to the devastating effects of extractive capital, but also to the form by which neoliberalism – as an ideology and practice – has over the past four decades normalized what she calls an ‘extractivist viewpoint’, which “reduces the representation of living things and entities to commodities” and “legitimates the power of the state to oversee the management of nature from above” (Gomez-Barris 2017).

These methods are being tested out across hundreds of urban settlements and precincts across the world to address urban vulnerability and socio-environmental fragmentation. Simultaneously, ongoing forms of capitalist urbanization – including enclosure, land grabbing and the commodification of the commons and of life itself – are also escalating. Similarly, transformational changes are taking place in energy practices and infrastructures, and sustainable energy transitions are still a field of contention and controversy. For example, Manuel Tironi’s study of environmental conflicts in Chile analysed 1,153 energy projects processed by the Environmental Impact Assessment System (SEIA) between January 2000 and March 2015. Seventy-one of these projects presented a socio-environmental conflict at some point in their development. This amounts to 6.2% of total projects, but a much higher level – 35.3% – of total megawatts entered the system in the period.

What studies like these show is that new and old energy infrastructures and ‘infrastructuring processes’ involve different modes of engagement that envision different (and often contested) futures. Energy transition and decarbonisation goals are increasingly provoked, mobilized and contested by different actors (such as global markets, NGOs or nation states), and in different socioecological spaces. Yet contested energy futures are played out through a range of instruments and practices of forecasting and scenario work, both institutionally but also in everyday life.

In this regard, it is striking to observe that while Latin America has one of the highest per capita levels of fresh water allocation in the world, it is also a region prone to ongoing water crises where a range of socio-technical and socioecological water conflicts are reshaping the energy landscape and creating novel forms of social organizing around water rights.

To draw from an example from Chile, let me briefly underscore water struggles around Santiago – a global city of 7 million with a growing migrant population – to illuminate these complexities further. The availability of water for Santiago, for example, is expected to fall by 40% by 2070. Undoubtedly, climate change and the country’s natural conditions are important factors. But the problem is mainly political, coming from the privatization of water during the military dictatorship. The water privatization process that began in Chile in 1981 established a model for water management that strengthened private water rights, adopting a market-based allocation system and reduced state controls. This model became a symbol of the neoliberal reforms promoted by the World Bank and the International Monetary Fund.

To conclude this essay, let’s embrace the political responsibility that comes with the fact that life on earth is forcefully shifting for everybody and everything. Ecological change and catastrophe seem to be proliferating in a world of ongoing crises and relentless flux. These contemporary planetary predicaments, felt both at the local and global level, are perhaps indicative of novel and increasingly coupled social-ecological assemblages and dynamics that are creating new forms of social cohesion emerging around environmental issues, conflicts and justice. Moreover, unexpected forms of interspecies intimacy and environmental emergency are challenging existing knowledge practices that demand different modes of collaborating and acting.

What has become clearer in recent years, is how the nature/culture dualism has been productively and generatively challenged, from a diverse range of epistemic perspectives. These interventions signal the emergence of new exchanges between the human and non-human and the proliferation of hybrid ecologies. Anthropocenic vulnerability, extinctions, metabolic rifts of the Earth, are all phenomena prompting us to acknowledge our ontological entanglement with other species beings, geo–atmospheric conditions, chemical forces, geological vitalities and other inorganic powers to the point where our sense of co-existence has extended beyond ‘life’ as traditionally defined.


References

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Viveiros de Castro, E. 1998. Cosmological deixis and Amerindian perspectivism. Journal of the Royal Anthropological Institute 4(3):469–488.

 

Image Credit: Cochayuyos. Anne Ransquin 2007

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DOI: https://doi.org/10.51142/issues-journal-1-1-3
Tags: EcologyGovernanceInfrastructureWater
Juan Francisco Salazar

Juan Francisco Salazar

Juan Francisco Salazar was born in Santiago, Chile, and migrated to Sydney in 1998. For the past fifteen years he has lived along the Cooks River, in unceded Gadigal, Wangal and D'harawal Country. He is Professor, Communications, Media and Environment, and is based at the School of Humanities and Communication Arts and Institute for Culture and Society, Western Sydney University. He is a researcher, author and documentary film maker who engages with communities and places where the environmental and cultural challenges of living sustainably are starkly exposed. His academic and creative work explore the coupled dynamics of social-ecological change and is underpinned by a collaborative ethos across the arts, science and activism. He is an Australian Research Council Future Fellow (2020-2024) with a project that continues his decade long cultural research on Antarctica and new work on social studies of outer space.

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